martes, 24 de marzo de 2009

La Red (acordes melodramáticos)

Esta tarde, hablando con Nacho, me ha dicho que ha leído mi blog (este blog) gracias a que al acceder a su correo de Hotmail le ha aparecido un aviso que muy amablemente le informaba de que Carlos había escrito una nueva entrada. Y ponía Carlos, tal cual!!!

El caso es que el blog lo he creado a partir de una cuenta de correo NUEVA que NO es de Hotmail, y no me imagino cómo se han podido "cruzar" los datos de mis diferentes cuentas de correo y actividades para que a mis contactos del Messenger les lleguen mis actualizaciones del blog. ¿Será porque he usado Windows Live Writer para escribir alguna entrada? Pues será. ¿Qué más da?

A ver… soy consciente de que si publico algo en un blog, lo que pretendo es que se lea, pero no recuerdo haber aceptado en ningún momento que se publiquen mis comentarios automáticamente, y menos tomando mis contactos en otra cuenta de correo diferente de la que uso para el blog… ¡Y menos aún con mi nombre real! Jajajaja. ¡Qué discreción!¡Menos mal que todavía no me he cagado en la puta madre de nadie! Ya se que en algún momento del siglo pasado debí registrarme en algún sitio de internet como Carlos, pero… Dios, ¿no es increíble?

Esto me ha llevado a una conversación hilarante con Pepe, una hora más tarde, cuando le contaba lo ocurrido. Estábamos hablando por el móvil; yo en mi casa, él en el coche, con el bluetooth, y de repente hemos escuchado una música de fondo, y la voz de una señorita que decía: "Won Kwon Chen acaba de llegar del trabajo a su casa en Pekín, y ha pinchado un CD de Mozart…". Bueno, nunca me había pasado, pero lo hemos visto como algo normal… porque somos muy modernos el Pepe y yo.

El caso es que hemos seguido hablando (y pensando que después nos meteríamos en Facebook para ver quién es Won Kwon Chen, y decirle hello), y de repente, a Pepe le ha llegado un mensaje al ordenador de a bordo de su buga, que decía "Carlos está manteniendo una conversación contigo a través de Movistar en este preciso momento. Enviado desde el i-Pod Touch de Carlos, que está apagado, pero que le escucha y observa desde la mesa del salón". Cómo mola, ¿no? Es genial; ¡qué eficiencia!

Esto me ha hecho pensar mucho, sobre todo en el pasado… en mi pasado en La Red. Nunca, nunca, NUNCA, he usado internet para el sexo, lo juro por dios. :P. Pero ¿y si lo hubiera hecho… siempre hipotéticamente hablando? Ya me imagino la situación: mi jefe yendo a recoger las palomitas del microondas en su cocina, y éste (el microondas) que le dice "Carlos acaba de empezar a tocarse. Enviado desde su Vaio, que lo está flipando." O un mensaje de texto rulando por la parte inferior de la tele de mis contactos del Facebook que estudiaron en el instituto conmigo: "Carlos está a punto de correrse. Además está usando su web-cam, el tonto. Si quieres verlo pincha el botón que más rabia te de del móvil que tengas más cerca. Enviado desde el implante de titanio de la muela de Carlos."

En fin, ¿sería normal, no? Al fin y al cabo, seguro que lo habría aceptado en alguno de los términos de uso y condiciones de La Red (acordes melodramáticos, léase, "Chánnn Cháaaaaaaannn").

No pasa nada, de verdad. Si no hay nada de qué avergonzarse, estamos a salvo. ¿O no?

Pues no se, porque aunque lo más íntimo sea a la vez lo más universal… te puede dar corte que ciertas personas sepan algo de ti que tú sólo habías publicado para otras personas, o simplemente, con otro fin. Y eso si lo has publicado.

Repito, no pasa nada, de verdad, pero ¿qué necesidad tengo yo de que mi cepillo de dientes eléctrico me diga (como me ha dicho esta mañana) lo siguiente?:

"Marta hoy tampoco ha ido bien. Lleva tres días sin ir bien. Enviado desde su ROCA"´

Un abrazo.

Por cierto, que Won Kwon Chen acaba de irse a la cama… qué interesante!

La Rabia

¡Joder!, me he vuelto a dormir... ¿qué me pasa los martes?

Me voy a poner el despertador colgado de la lámpara.

Hale, ¡a currar!

NOTA A LAS 8:47 am: Jajajajaja, perdonad que edite la entrada un cuarto de hora más tarde de publicarla, es que todavía me estoy riendo... acabo de ver en la tele que Los Secretos han actuado para los niños del hospital La Paz en Madrid... jajajajajajja. ¿Qué quieren, que se suiciden para dejar las camas libres? Jajajaja. Me parto. A veces la vida... en fin, te hace gracia.

domingo, 22 de marzo de 2009

De sueldos, fortunas y mundos desastrosos.

Hoy voy a escribir sobre una reflexión chorra que se me pasa por la cabeza de vez en cuando.

En nuestro sistema occidental, capitalista, o como le queramos llamar, se nos ha enseñado que a cada persona que realiza un determinado trabajo le corresponde un sueldo acorde con el servicio que presta. Hasta ahí todo OK. Pero luego, cuando creces, te das cuenta de que algo no encaja con esta "norma general" (como cuando creces y ves que lo que te contaron en clase de religión no tiene sentido).

A cierto nivel, pese a innumerables injusticias que todos conocemos, se suele cumplir la máxima: un trabajo con mayor responsabilidad (controlador aéreo, director de banco) se remunera con un mayor salario que otros de menor responsabilidad (barrendero, carteros).

Incluso a este nivel, existen situaciones aceptadas que, según desde el punto de vista desde el que se miren, pueden resultar difíciles de explicar: ¿por qué un fontanero puede cobrar más que un doctor? ¿por qué un constructor de casas puede cobrar más que una jefa de policía? La respuesta es clara: no sólo se tiene en cuenta el nivel de responsabilidad a la hora de fijar el salario de un puesto de trabajo, sino que también intervienen otros factores, como la cantidad de demanda de un servicio en cuestión, o la cantidad de esfuerzo que supone especializarse en algún tipo de trabajo para poder desarrollarlo.

Hasta aquí sólo se ve que el sistema es imperfecto y muy abierto, por lo que muchas de las "injusticias" aparentes se pueden entender… Se entiende, por ejemplo, que las mujeres cobren menos, por regla general, que los hombres que desempeñan trabajos similares, porque por encima de la norma (mismo trabajo = mismo salario) se impone una cultura machista con antecedentes históricos aún más machistas. Esto mismo pasa con todos los salarios: suben o bajan dependiendo de muchos factores externos a la norma "primaria".

Aún así, y aunque siempre se puede luchar por intentar cambiar alguna situación que no se ajuste a la norma, como por ejemplo han hecho y siguen haciendo las mujeres (y algunos hombres) para igualar sueldos sin diferenciar géneros, siguen existiendo algunas excepciones a la norma que podríamos llamar "excepciones excepcionales".

No hablo de la gente que tiene la suerte de tener una familia con mucho dinero, ni de la gente que tiene la suerte de poder vivir de sus rentas sin trabajar en absoluto… Esto se explica por el mismo sistema capitalista en el que vivimos, y sería objeto de otra reflexión diferente de la que me ocupa ahora. He de decir que no tengo nada en contra de estas situaciones en que la fortuna sonríe a algunos. Mientras paguen sus impuestos…

Hablo de la gente que por suerte o por sus especiales habilidades, pueden hacer cosas excepcionales, que todo el mundo quiere "consumir" y que muy pocos pueden ofrecer, y que por lo tanto, mueven mucho dinero. Hablo de gente que, independientemente de la situación económica personal de la que partan, generan cantidades enormes de dinero con su actividad laboral.

Hablo de Beckham, de Madonna, de Angelina, del creador de Facebook, de Bill Gates… Efectivamente, todo el mundo quiere consumir lo que ellos ofrecen, y muy pocos ofrecen lo mismo, por lo que todo resulta en que dichas personas (y todas las industrias que les rodean) se hacen de oro.

Entiendo que estas personas benefician a la economía como cualquier otra actividad que mueve mucho dinero, y no quiero que se entienda esto como una crítica hacia ellos. Ni siquiera siento envidia exagerada (sólo la normal) por sus fortunas. Pero siempre me he hecho una pregunta: ¿se lo merecen? Ya se que venden algo que muchos quieren y que el sistema es perfectamente legal, etc..… pero ¿se lo merecen?

Madonna, oh, gran diosa de la música, e influencia esencial de la cultura de varias generaciones de seres humanos, odiada por algunos, adorada por muchos más, bla bla bla, se merece el respeto de alguien que ha trabajado y trabaja mucho para ofrecer lo que ofrece. Nadie se lo discute. Pero pienso yo: por mucho que trabaje, ¿trabaja más duro que un minero? ¿trabaja más duro que un médico haciendo turnos de 24 horas en un hospital? ¿trabaja más que mi amigo Nacho? ¿Trabaja más que lo que lo hizo mi padre?

En cualquier caso, ¿trabaja tanto como para que la diferencia de su sueldo con el mío sea tan abismal?

La respuesta que siempre me viene a la cabeza primero es: no. Lo primero que pienso (oh, locura) es que debería haber un límite de sueldo a cobrar. ¿Por qué alguien con mucha potra puede hacerse de oro mientras que otros, que trabajan igual de duro no pueden? Pienso en que el límite podría estar, por ejemplo, en 10.000 euros mensuales. ¿No está mal, no? Pues no creo que piensen lo mismo Beckham o Madonna. El resto del dinero que genere la actividad de alguien así se debería derivar directamente a las arcas del estado donde resida, el cual debería derivar a su vez una gran parte a fines sociales en todo el Globo… Idealista, ¿no? Bueno, perdonadme, pero es sólo una reflexión en voz alta…

Se que es idealista y que por eso no ocurre, pero pensemos qué pasaría si se implantara este sistema. Nadie en el planeta podría cobrar por su actividad más de 120.000 euros al año.

Según lo veo yo, podría pasar esto: que Madonna sería, junto con mucha gente más (mucha más de la que hay ahora), de las más ricas del planeta. Su sueldo se podría comparar con el de mucha gente más que ahora mismo. La gente más rica del planeta viviría en barrios y urbanizaciones más cercanos a los de la gente menos rica. Su nivel de vida sería parecido al de los demás, y no necesitarían contratar tantos guardaespaldas porque habría menos gente que codiciase sus fortunas. Ganarían en calidad de vida, y quién sabe, quizá en felicidad… Quizá los más ricos del planeta no pudieran tener un jet privado, pero quizá todo el mundo podría tener un ipod. Y me refiero a todo El Mundo. Por no decir que todo el mundo pudiera tener una casa, o agua corriente…

¿Suena demasiado comunista? Bueno, repito, es sólo una reflexión por pura diversión.

Como no soy tan tonto como parece, también he pensado en los contras: la codicia humana hallaría la manera de crear trampas para la regla, sin duda. También habría mucho aprovechado del trabajo de los demás, que intentaría vivir de los derechos sociales creados, intentando eludir los deberes. Y aún en el caso hipotético de que este loco sistema pudiera mantenerse, me pregunto: ¿pondría Madonna el mismo empeño en su trabajo que ahora? ¿Serían tan brillantes las actuaciones de nuestros artistas favoritos? ¿se desarrollaría tan rápida y profesionalmente el i-phone? ¿podrían generarse un desencanto y una falta de empeño productivo general que nos llevase a una mediocridad y una desidia totales?

¿Necesitamos el no tener un techo para nuestras ambiciones y sueños para poder sacar lo mejor de nosotros mismos? ¿Necesitamos tener referentes e ídolos que tengan fortunas económicas a años luz de las nuestras para recordarnos que todo es posible?

materialgirl

¿Por qué, aunque siempre pienso que es injusto que ciertas personas cobren cantidades exageradas de dinero por su trabajo, tengo la sensación de que "mi" sistema sería un completo desastre? ¿Tan desastroso como el actual…?

Se admiten sugerencias e improperios.

domingo, 15 de marzo de 2009

La Seguridad

Este tema siempre ha llamado mucho mi atención. Las medidas que tomamos para procurarnos seguridad, en cualquier ámbito, tienen que ver con las amenazas externas, pero también en gran medida con nuestros propios miedos, fundados o no.

Hace unos años, hablando con mi gran amigo Pepe, le comenté por casualidad que yo mantenía las ventanas de mi casa abiertas durante gran parte del año, sobretodo cuando la temperatura lo permitía. Me gusta sentir el aire limpio corriendo por la casa. Le extrañó mucho, por no decir que sus ojos dieron tres vueltas de campana. Me hizo ver el riesgo de robo que corría por dejar las ventanas abiertas. Yo pensé (como es habitual) de forma muy diferente; creía que su miedo era exagerado. Aproveché la próxima ocasión en que vi a mi familia para comentarles el tema. Se llevaron las manos a la cabeza también. Aluciné, pero pensé que el que estaba equivocado debía ser yo, porque el resto del mundo parecía estar de acuerdo. Y me tiré un año sin salir de casa sin haber cerrado todo a cal y canto. Qué agobio.

Meses más tarde alguien me hizo ver que mi costumbre de no cerrar la puerta de mi casa por dentro cuando llegaba de la calle era peligrosa, pues alguien podría abrirla fácilmente mientras yo estaba dentro y robarme o algo peor. Desde entonces, cerraba siempre, y para mayor seguridad dejaba las llaves puestas por dentro, ya que así no hay dios que abra la puerta. Y efectivamente, el día que salí de casa, tiré de la puerta, y visualicé las llaves puestas por dentro justo en el momento en el que la puerta se cerraba suavemente, no hubo dios que abriera la puerta. Bueno, sí, un cerrajero muy majo (y muy rico, sospecho), lo consiguió.

Mi hermana, que suele amenizarme las jornadas de trabajo con mails de todo tipo, me envió uno un día en el que me advertía sobre ciertas bandas callejeras de delincuentes que se dedicaban a ir con el coche por las noches con las luces apagadas. Se supone que dichos malandrines esperaban a que algún conductor que se cruzara con ellos les avisara de que no llevaban luces dándoles las largas. ¿Y entonces? Pues lo perseguían y se lo cargaban a tiros. Me planteé no avisar nunca a nadie de que iba sin luces, porque claro, podría morir por ello. El precio era muy alto.

Toda medida de seguridad que me encuentro me plantea una duda: ¿merece la pena?

Estoy de acuerdo, y creo que es de sentido común, en que ciertas medidas de seguridad son necesarias, y en que decididamente merecen la pena: respetar semáforos, llevar arnés si trabajas en altura, usar condón... Todas ellas te protegen contra accidentes o situaciones no intencionadas.

Pero mis dudas toman fuerza cuando las medidas de seguridad tienen que ver con agentes externos que, intencionadamente, pueden hacernos daño. Tiendo a pensar que no me compensan las molestias que me causan las medidas de seguridad. Sí, reconozco que objetivamente cuesta tan poco cerrar las ventanas de casa como ponerse el cinturón de seguridad, pero a mí me cuesta más, subjetivamente hablando. Me cansa más protegerme contra maldades intencionadas. No se si me explico. Supongo que es porque se que, de no existir dichas amenazas, no tendría que sufrir el coñazo de protegerme.

Supongo que según las experiencias de cada uno, tenderemos a tomar más o menos medidas de seguridad. No me parece ninguna locura intentar protegerse. Me parece lógico. Pero las personas no somos lógicas y hacemos lo que nos parece.

Y a mí me parece un coñazo cerrar las ventanas, y por eso no lo hago. Me parece que si la puerta no está cerrada con llave, no pasa nada, y además puedo salir más fácilmente de casa en caso de que se incendie. Me parece que avisando a los conductores de que llevan las luces apagadas puedo salvar vidas, o cuanto menos, puedo evitar un accidente.

Me parece (a mí) que si alguien quiere hacerte mal, lo va a hacer, más o menos fácilmente. Y este pensamiento, lejos de agobiarme, me libera. Me libera de estar pendiente de las ventanas, de la puerta, y de si doy o no doy las largas a conductores despistados. Me libera de estar pendiente de la mochila todo el tiempo si estoy en la playa. Me libera de ponerme un chaleco antibalas por las mañanas por si alguien decide pegarme un tiro.

Digo yo, que de algo hay que morir, y que quizá me toque morir acribillado a balazos por un imbécil al que le he dado las largas, pero que es mejor vivir sin ese miedo, porque el resultado va a ser el mismo. Si no es por las largas, será porque des el intermitente. Si no me roban la casa cuando esté dentro, me la robarán cuando esté fuera. Si cierro las ventanas, me las pueden romper, que son de cristal, joder...

Y si algún vecino me quiere robar algo del trastero (sí, en el trastero soy el único que no tiene cerradura en la puerta), pues que se sirva sin tener que romper la cerradura, que encima me costaría un ojo de la cara reponerla.

Y aquí viene el tema, la duda, la contradicción en mi mente: y cuando me pase algo de esto, ¿qué? ¿Podré seguir dejando las ventanas abiertas? ¿Cerraré la puerta por dentro? ¿Pondré una cerradura al trastero? (lo de los pandilleros malandrines aquí no aplica).

Pues quién sabe. Cada uno es cada uno.

Como última reflexión me pregunto: ¿nos parece que los demás nos pueden hacer maldades por que sí? ¿o porque nosotros sabemos que seríamos capaces de hacerlas también? Obviamente, entramos en el asqueroso mundo de la confianza. La confianza se tiene hasta que se deja de tener. El hecho de desconfiar sistemáticamente de todo y de todos, ¿no da una idea de cómo somos nosotros mismos? ¿todo el mundo es sospechoso?

Pues lamentablemente, sí y no. Esa es la asquerosa cuestión de la confianza, que si no la tienes eres listo, pero un malpensado, y que si la tienes, eres bueno, pero tonto.

Creo que mi amigo Pepe, mi hermana y yo somos exactamente iguales en ese sentido. Y por ende, todo el mundo: todos desconfiamos por norma, pero a veces (contadas), nos fiamos, y a veces, simplemente no nos fiamos, pero nos arriesgamos. Esto último es lo que más veces sucede, me temo.

Ese nivel de riesgo sí que es personal e intransferible (aunque sí un poco contagioso) para cada individuo. Por eso algunos deciden poner más seguridad en sus vidas y otros menos. Pero en el fondo nadie tiene la razón absoluta, ni es más listo que nadie: simplemente, corremos más o menos riesgos.

Creo que la conclusión (si la hay) de mi pedorreta mental es un poco triste. Lamentablemente, la confianza tiene mucho que ver con la inocencia. Suelen ir desapareciendo juntas a lo largo de nuestras vidas.

Pero pensemos en cómo debería ser la cosa en un mundo ideal: ¿tendría que poner contraseña a mi ordenador si nadie se atreviera a hurgar en él? ¿No te gustaría no tener que poner la contraseña en ningún sitio nunca más? ¿No te gustaría no tener que pasar ningún control de seguridad en los aeropuertos para coger un avión? ¿Eh? ¿Eh? ¿Sería posible esa situación?

Aún recuerdo la casa de mi abuela en el pueblo. Cuando era pequeño siempre íbamos allí a pasar el verano. Tanto la puerta principal como la trasera estaban siempre abiertas. Por la casa pasaban diariamente decenas de personas que preferían tomar ese "atajo" para ir de una calle a otra, ante el tedioso rodeo que requería ir por la acera. Yo era confiado y (doy fe) bastante inocente. Jamás se me pasó por la cabeza que alguien pudiera robar algo.

Y jamás nadie lo hizo.

sábado, 14 de marzo de 2009

Un sábado cualquiera

Hoy he ido a comer a casa de mis padres.

Suelo ir los fines de semana, además de algún día entre semana. Es curioso, porque estoy con ellos apenas 2 horas, incluso menos, y cada vez que voy hacen que los quiera más. Menudos padres me han tocado. Qué suerte.

He buscado los tres primeros libros de las crónicas vampíricas de Anne Rice en casa de mis padres, pero sólo he encontrado los dos últimos. Supongo que el primero me lo prestaría alguien. Lo siento por Reynier, que me los ha pedido. Del que me pidió Dani (Los Pilares De La Tierra), ni rastro. Espero que esté en buenas manos, allá donde haya terminado.

Esta noche cenaré con Nacho, Santi, Pepe y Sara. Hemos quedado, por decir algo, en la plaza de los cubos. Sara y yo llegaremos antes, sobre las 19.30h. Nacho y Santi, después. ¿Cuándo? No lo se. Y Pepe, pues después. Le llamaremos cuando estemos asentados en algún garito. Y a pesar de este desastre de quedada, estoy seguro de que todo saldrá a pedir de boca. Siempre pasa con ellos, salga la noche como salga. Todo esto me ha hecho pensar otra vez en los móviles; en cómo era el mundo antes de que existieran... Cuentos del abuelo.

Lo de quedar ahí es sólo porque es fácil para todos. Miraremos en los cines por si hubiera alguna película interesante, pero me parece que hoy a nadie le apetece meterse en el cine. Hace un día demasiado bueno.

Y mañana a patinar. Abogaré toda mi vida por los fines de semana de 3 días...

En fín, un sábado cualquiera.

jueves, 12 de marzo de 2009

Presentación

Hola, incaut@ visitante, morbos@ cotilla, seguramente compañer@ del alma.

Esta es la presentación de mi blog.

No espero gran cosa de él ni, por lo tanto, ha de ser tenido en excesiva consideración.

Sólo espero plasmar aquí algunas de mis reflexiones, mis experiencias, mis pensamientos, mis comidas de olla, mis movidas.

Seguramente encuentres algún episodio oscuro, alguno que otro profundo, aunque probablemente no escriba más que tonterías, superficiales o no. Soy propenso a darle vueltas a las cosas, casi siempre demasiadas. Espero no aburrirte.

Me he propuesto usar el mínimo maquillaje posible en mis historias. Sobretodo cuando escriba sobre mi persona. ¿De qué tenemos miedo a estas alturas? Y desde ya, pido perdón si alguien (que no se lo merezca) se ve ofendido o maltratado por mi blog. Me parece inevitable hablar sobre las personas que me rodean, con las que comparto mi tiempo y mi vida. Y me parece ridículo no ponerles nombre. Su nombre. Al fin y al cabo, ¿quién va a leer esto sino ellos? ¿Algún despistado desconocido podrá aprovechar algo de mi verborrea? ¡Pues espero que sí! Yo mismo lo he hecho en alguna ocasión.

Nunca se ma ha dado bien escribir, por lo que no prometo un blog de calidad literaria, pero reconozco el bien que puede hacer la traducción a palabras de un pensamiento. Es una de las formas más sencillas de comunicarse.

Soy uno más, que espera entretener y quizá, con suerte, ayudar a otros tantos en este viaje.

Como véis, pretensiones pocas, pero esperanzas, muchas...

Ben Karel.

Por cierto, lo del pseudónimo no es más que una chulería. Me llamo Carlos.

martes, 10 de marzo de 2009

Primera reflexión

Hoy me he dormido.

En lugar de estar nadando, rodeado de agua, con la paz que infiere el sordo sonido de cada brazada sumergida, estoy viendo el teletienda.

Intentaré sonreir más hoy, para compensar.