martes, 14 de julio de 2009

Vuestro zorro domesticado.

Quisiera que un día vinieseis conmigo, allí donde yo puedo ir.

Quisiera que un día pudierais ver conmigo, aquello que yo puedo ver.

Quisiera llevaros, a los dos, a paisajes imponentes, con cielos dorados, con colores vivos, con brisas frescas y suaves, que acaricien vuestras curtidas y hermosas pieles. Y que lo disfrutarais como yo he podido disfrutarlo, gracias a vosotros.

Quisiera llevaros a un lugar donde, por un sólo instante, las piernas no pesen, los brazos no duelan, donde vuestros huesos y arrugas os parezcan tan hermosos como a mí; un lugar y un momento en el que vuestros pequeños ojos brillen por la emoción, sin miedo, y me miren, y vean en los míos cuánto os quiero.

Quisiera que entonces supierais lo que me habéis dado, lo que os debo, lo que nunca podrá ser devuelto. Quisiera que supierais que lo se.

Quisiera que recordarais esa rosa que siempre cuidasteis, que cultivasteis con tanto cariño, a la cual, llegado el momento, dejasteis fuera de su urna de cristal que la protegía del mundo, para que respirase, para que viviera, para que conociera todo lo bueno, aún a sabiendas de que inevitablemente conocería también algo de lo malo. Así como también hicisteis conmigo.

Quisiera que recordarais que esa rosa trajo flores nuevas al jardín; que os recreaseis en el jardín que habéis construido alrededor de vuestra casa.

Quisiera, allí, besar vuestras frentes.

Quisiera que entonces me dierais vuestros últimos regalos. Una última hermosa planta con brotes; una última comida hecha con cariño; que diéramos un último paseo entre las hojas secas del camino; una última parada en un banco, a la sombra fresca de los altos pinos.

Quisiera, entonces, que me dierais un último abrazo, que me inundara el corazón con vuestro olor. Vuestro olor…

Quisiera que en ese instante aceptaseis, aceptáramos, lo que ha de venir, y que esa fuera la última lección que aprender, y que os volvierais cogidos de vuestras adoradas y rugosas manos, y que os encaminarais en paz hacia el claro en el bosque.

¡Aprovechad la misma migración de pájaros silvestres que os trajo a este planeta!

viernes, 3 de julio de 2009

Miniyos

Hola.

Los hijos de Ramón y Nacho, Bea y Santi (son dos chicos y dos chicas; qué lío) siguen explorando el mini-mundo que les rodea.

Ya tienen un mes. Ayer cenaron juntos (cada uno de sus respectivas mamas o mamás).

Como hubo gente que se creyó que las fotos que puse en una entrada anterior eran reales, aquí os dejo una foto tomada anoche.

El negrito es Jorgito y el rosita es Dieguito.

Me los como.

Besos.