domingo, 17 de enero de 2010

Me cago en diez.

Hola.

Ante todo, feliz año y todo eso.

No había encontrado nada en todo enero tan interesante como para ponerme a escribir aquí, pero obviamente, si ha habido una noticia importante durante estos últimos días, ha sido el terremoto que ha destruido Haití.

Me cago en diez, qué mala suerte.

Me cago en diez, qué desgracia más grande. Cuánto sufrimiento y cuánto dolor. Dolor en el alma y dolor físico, además. Cuántas amputaciones, del alma y del cuerpo. Cuántos pobres con nada más que hambre, sed y desconcierto. El infierno en La Tierra.

Debería dejarlo aquí, lo se. Debería dejar de escribir, puesto que no hay nada más importante que el solidarizarse con los que están sufriendo en este momento. Y quizá no debería hablarse de nada más.

Pero no puedo. Inevitablemente, y por mucho que nos duela la situación en Haití, cada uno sigue con su vida, y evidentemente, por la mayor o menor lejanía que tenemos con dicha desgracia, seguimos teniendo en mente nuestros propios y mundanos problemas, y nos seguimos dedicando a ellos. Es la naturaleza humana. Así somos, sin que sirva de excusa para nada.

Y por eso voy a hablar de algo pequeño y mundano, comparado con el horror haitiano, pero que mi parte pecadora no puede dejar de lado, aún sabiendo que es menos importante.

El monseñor Munilla, recientemente destinado a la sucursal de la Iglesia en Guipúzcoa, ha caído en el mismo pecado que yo. Ante la eterna pregunta de porqué Dios permite estas desgracias, en su respuesta ha antepuesto un problema menor, pero que a él le interesa más, a la desgracia de Haití. Con la diferencia de que él piensa que su problema, nuestro problema en España, según sus palabras, es mayor que el Infierno de Puerto Príncipe.

Su error le pone al mismo nivel que a mí, supongo. Le hace ser más… humano. Sin embargo, me parece que está equivocado. Muy equivocado. Aunque haya intentado rectificar, no se cómo no pudo dejar de decir lo que dijo en el mismo momento en el que se le formó el pensamiento en la cabeza. Quizá es porque no se arrepienta en absoluto de haberlo dicho, y porque sólo se ha explicado públicamente porque le conviene, porque la barbaridad que dijo no era apropiada para su aceptación en el cargo… ¿qué piensa realmente el monseñor? ¿De verdad le preocupa más que dos personas del mismo sexo se casen que lo que pasa en Haití?

Lamentablemente, parece que sí. O eso, o es que es un inepto en cuanto a comunicar sus pensamientos. No puedes decir una cosa y luego explicar que querías decir todo lo contrario. Has sido malo, monseñor Munilla, muy malo.






Me cago en diez, y obsérvese que no en Dios, como a veces se me pasa por la mente, porque en el fondo comprendo que hay que respetar todas las ideologías y opciones personales mientras no agredan a los demás.

Y por eso no me cago en Dios, porque para muchas personas es algo bueno y digno de respeto, y porque ofendería a toda esa buena gente si lo hiciera. Y por eso, no cojo un micrófono y me cago en Dios delante de toda España.

Me ofende este tipo. Y debería ofender también a todos los religiosos y religiosas que de verdad emplean sus vidas para ayudar a los demás.

¿No es como para plantearse dejar de pertenecer a un club cuyos altos cargos y portavoces dicen semejantes despropósitos? Según lo veo yo, sólo hay dos opciones: o te das de baja del club, o lo intentas cambiar desde dentro.

La segunda opción se la dejo a los que sientan que están dentro y quieran intentarlo. Creyentes del mundo, revelaos!!!

Como no creo que tengáis mucho éxito a corto plazo (en el transcurso de mi vida), yo voy a optar por la segunda opción. Me han hartado los retrógrados como Munilla y compañía. Ya os contaré cómo va mi apostasía.

Y es que no se si lamentarme o alegrarme de que la Iglesia eleve a personas de tal calaña moral a sus puestos más altos. Quizá si todos los mandamases fueran como él (y parece que es lo que pretenden), la Iglesia católica caería mucho antes.

Si tiene que ser así, amén.