miércoles, 22 de abril de 2009

Vuelos rasos y remontadas

Hoy iba a escribir sobre el tedioso tema de la honestidad, porque a mí no me parece tan tedioso en realidad… pero no tenía ganas. No os libraréis de él, pero lo dejaré para otro día.

De lo que en realidad me apetece escribir hoy es sobre los últimos cuatro o cinco días.

Veréis… hasta el jueves pasado todo estaba bien. Y de repente, una sucesión de pequeñas desdichas comenzaron a sucederme. Recalco lo de pequeñas, porque eso es lo más increíble. ¡Cómo unas pequeñas tonterías te pueden llevar a un estado de ánimo pésimo!

El jueves, como digo, al bajarme del coche se me cayó la bufanda (o como diría Pepe, mi trapo asqueroso rojo, :-)) en un charco. Hacía tanto viento, que salió volando y fue a parar al único charco que había en 50 metros a la redonda. Bien… esto por sí sólo no me causó ningún bajón, obviamente, pero marcó el principio…

A la media hora, después de comerme una insípida hamburguesa (eran las 5 de la tarde, y no había alimentado mi cuerpazo desde las 9 de la mañana), me subí al coche y… no arrancó. Se quedó durmiendo en el parking del Kinépolis, porque preferí ir a ver el último capítulo de Lost a casa de Lobo y Bea, con la Rudypanda. Bien, eso arregló el día. Eso, y que Cárol me llevó y me trajo en su carro, claro. Chas gracias. Buena remontada.

Por mi forma de ser, no me preocupó mucho lo del coche (soy muy dejado), pero ahí estaba el problemilla, rondando. Tendría que cargar la batería de alguna manera.

El viernes al salir del trabajo conseguí arrancar el coche gracias a un aparato estupendo que me prestó Heredia. Joer, muchas gracias. Remontada. Para cargar la batería me dediqué a darme un voltio absurdo de una hora y media por la A3. Qué sueño… ¿y para qué? Cuando llegué a casa, apagué el motor y no volvió a arrancar. Mierda. Sólo había conseguido mover el coche hasta mi casa. Volando raso de nuevo. Lo del coche tenía visos de convertirse en un coñazo. No pasa nada…

Esa noche no hice nada, pero el sábado tenía el cumpleaños de mi amigo Carlitos. Me hacía ilusión. Sin embargo, ya por la mañana se jodió un equipo en el curro y estuve pringando desde casa hasta las tres de la tarde… No lo pude arreglar. Nada, no pasa nada, no me voy a deprimir, me dije. He pasado por eso muchas veces. Y me fui al cumpleaños. Allí atendí 3 llamadas del curro, porque se había jodido otro servicio. Además tampoco lo pude solucionar. La gente pensaba que debía de ser médico, atendiendo urgencias o algo así… Volaba tan raso que me daba con la tripa en las rocas. Nada, no pasa nada. Al final me lo pasé muy bien en la fiesta. Joer, gracias a todos mis amigos, porque de verdad que me lo pasé muy bien. Cómo me reí con Begi y Bego… Y me fui para casa, aprovechando la nueva remontada.

El domingo fue normal. Resaca leve. Tenía la espada de Damocles del curro ahí, porque sabía que había servicios caídos y que la gente de turno podía estar pasándolo mal, además de que el lunes se me presentaba un poco oscuro (mi compañera Ana está disfrutando de una merecidísima semana libre, o algo parecido… :-)), pero todo mi ser me decía que tenía que disfrutar del domingo, fuera como fuera. Así que hasta que no llegó la noche, cuando cené con Nacho y Santi (qué guapa y embarazada está) en un vasco muy chulo, no se me pasó el mal rollo. Joer, gracias. Pequeña remontada, pero remontada al fin y al cabo. Me hice andando el camino que separa nuestras respectivas chozas y me acosté incluso contento.

Ay, qué iluso! La nueva caída estaba cerca. A las 3 de la mañana, nueva llamada del curro, que me tuvo hasta las 4 hablando por teléfono, y hasta las 5 desvelado. A las 6, nueva llamada. Hasta las 7. Pensé en irme a currar ya, pero claro, había dormido apenas 3 horas… Me quedé frito hasta las 11. Me desperté con el marrón de 3 problemas de curro sin resolver. Eran las 12 y no me había duchado, y para colmo no tenía coche. Creo que el lunes fue de los peores días del año, si no el peor. Cuando salí del curro, sobre las 9 de la noche, creía que aquello no lo levantaba ya ni Superman.

Y no fue Superman, pero fueron Darío, Bea y Reynier, que me llamaron porque se les acababa de ocurrir que podíamos comprar comida y hacernos una cena guapa los cuatro en casa de Darío. Joer, qué rico el pisto, las tortillas de patata y los mojitos. Esa sí que fue una buena remontada. Gracias mil. Bea me trajo en su coche a casa… a las 2 y media de la mañana.

Y hoy a las 7.15 arriba, porque había quedado con Ramón, que me venía a buscar con su coche a casa, para ir a la piscina. Es curioso, porque esta mañana seguía teniendo (y aún los tengo) los mismos problemas en el curro, pero ya me encontraba mejor… Me había subido la "mesudalapoyamina" mogollón. Ahhh, qué bien!

Para colmo nos hemos encontrado con Cárol en la piscina. Allí estaba, cual sirena en el spá, saludándonos en la distancia… Desayunamos los tres en el gimnasio.

El día de curro ha evolucionado bien, dentro de la gravedad. No he podido ir a comer con mis padres, con las ganas que tengo de verles. Pero al salir Ramón ha tirado de mí hasta el Carrefour (y eso que había jurado no comprar nunca más en ese sitio infecto donde te tiras 30 minutos para pagar…) para comprar una batería nueva para mi coche. La hemos puesto en su sitio, y ha funcionado. Nueva remontada, y no sólo por la batería, sino porque Ramón me ha ayudado, porque me he reído con él durante todo el día, porque ayer me vio mal y me ha ayudado. Joer, gracias por ver conmigo el Pasapalabra.

Cuando se ha ido a su casa con Bea (qué guapa y embarazada está), por fin he puesto la lavadora que debí poner el sábado, he cenado de tranqui y por fin me he relajado. La vida vuelve a la normalidad. Ya no rozo con la barriga en las piedras del camino.

¿No os pasa a vosotros que una o dos veces al año, una sucesión de gilipolleces sin importancia os hunden en la miseria? Pues eso. Soy consciente que suele pasar cuando en tu vida no está pasando nada significativamente bueno. Pero en este caso pienso que ha merecido la pena, porque hoy, pensando en estos últimos 4 ó 5 días, me he dado cuenta de lo que me ha cogido por mis alas rotas y me ha puesto de nuevo en ruta, a velocidad de crucero, y a una altura aceptable: mis amigos.

Gracias a todos. ¿Cuándo dejaré de agradeceros? Espero que dentro de muchos, muchos, muchos años.

w Vuelo 1990

Conclusiones: cuidar a los amigos, comprarme un coche nuevo, un trapo asqueroso rojo nuevo, y contestar al móvil lo menos posible. ¿Apagarlo quizá?

Y a los "malos de la película", esos colegas del curro que me han destrozado el finde con sus llamadas… Cabrones… Pues gracias. Menos mal que me llamáis vosotros, que curráis y me caéis tan bien…, porque si no fuera así, os iba a coger el teléfono el Tato.

martes, 7 de abril de 2009

L.P.Q.S.A.A.S.H.E.Q.L.M.N.L.E.

He escrito estas siglas durante muchos años.

Sobretodo en mi adolescencia. En el instituto. De vez en cuando cuando estaba en la universidad… y con el tiempo, he ido dejando de garabatearla por los libros de texto, por los cuadernos que caían en mis manos, al lado de los innumerables dibujos (todos iguales, ya lo se) que he ido plasmando en mis notas, en mis apuntes, en el folio que está delante de mí mientras mantengo una conversación telefónica en el trabajo…

Como digo, he ido dejando de escribirlas con el tiempo. Y se porqué es. Lo se muy bien. Es por que ha dejado de importarme.

Escuché la frase que encierran estas siglas, creo que por primera y última vez, cuando era un niño, apenas un adolescente, en un capítulo de la serie Fama. Ejem…, sí, esa serie mítica que nos cautivó en los 80. En dicho capítulo, de la primera temporada, los personajes principales estaban por conocerse. ¿O quizá fuera en la película en lugar de la serie? Recuerdo vagamente (seguro que si viera de nuevo la escena coincidiría muy poco con el recuerdo que tengo de ella) una conversación que tenían un chico y una chica (¿Monty y Doris?) que acababan de llegar a la academia de artistas de Nueva York… Más o menos era así, según mi memoria:

- Ella: ¿Por qué no te llevas bien con tu padre?

- Él: Mi padre siempre ha pensado que no soy lo que esperaba. Dice que soy muy débil. Estaba decepcionado conmigo y el año pasado, debido a mi inestabilidad emocional, me obligó a ir a un psicólogo.

- Ella: ¿Y?

- Él: Con el tiempo me enamoré del psicólogo. Mi padre no pudo soportarlo y simplemente renegó de mí. No cuento con él.

- Ella (un tanto azorada): Creo que existe una palabra para describir esa situación, cuando un paciente se enamora de su psicólogo…

- Él: Sí. Se llama homosexualidad.

Monty_2

Muy elocuente, el chaval… o al menos eso me pareció a mí, ya que yo sabía cuál era esa palabra antes de que él la pronunciara. Instantes después, el mismo chico decía La Frase. Esa frase que se me quedó grabada, y que esta noche me ha vuelto a la memoria.

Hoy he leído un artículo en El País, cuyo titular decía: "Asesinados seis homosexuales en Irak en los últimos 10 días". En él se describía cómo varios homosexuales, en lugares y circunstancias diferentes, han sido asesinados por grupos radicales. No es que estos grupos estén organizados. Es que, después de que las familias de los homosexuales les hubieran repudiado, los pequeños grupos que gobiernan sus pueblos, se han reunido y han decidido que había que matarlos a tiros, cuando no algo peor.

Horrible y triste. Sobretodo la parte de las familias. El miedo nos ciega.

Yo he dejado de escribir estas siglas en los márgenes de los libros porque, con el tiempo, ha dejado de importarme lo que significan. Porque ha dejado de darme miedo escribir la frase tal cual, sin esconderla en esas siglas cobardes. Afortunadamente, no puedo quejarme de la vida que he tenido hasta el momento. No he vivido con miedo, desde esos primeros años de adolescencia… Mi orientación sexual ha pasado a ser una mera anécdota en mi vida.

Y eso es bueno. Creo que es cómo debería ser. Pero corremos el riesgo de terminar por creernos que la vida es de color de rosa (no quiero risas…), porque en España, en Madrid, o al menos en el grupo de personas del que nos hemos rodeado, todo está bien.

Noticias como la de los asesinados en Irak me devuelven momentáneamente a una realidad que, no por ser ajena a mí, a nosotros, deja de existir. Al final del artículo se mencionaba que la homofobia se agudiza en los países islámicos (puede ser), pero que también está activa en Europa, especialmente en los antiguos países del Este (algunos de ellos, católicos).

En muchos países del mundo los homosexuales siguen siendo torturados y perseguidos por sus gobiernos, o incluso ejecutados a causa de su orientación sexual.

Yo diría que la homofobia está presente en los países del Este, en los del Oeste, en los del Norte y en los del Sur… sólo que en algunos casos sólo provoca risitas estúpidas, y en otros provoca la muerte.

Me pregunto si alguna vez dejaremos de causarnos daño unos a otros por gilipolleces tan grandes. Cuánto dolor innecesario y gratuito. Qué absurdo resulta todo a veces. ¿Cuánto se habrá perdido la humanidad por masacrar a las minorías? ¿Tal vez canciones como esta, que me regaló hace muchos años mi amigo Monty?

En momentos como este me viene a la cabeza la dichosa frase. ¿Dejará algún día de tener sentido? Ojalá…

Lo primero que se aprende al ser homosexual es que la mayoría no lo es.

domingo, 5 de abril de 2009

Ese café

La amistad es un concepto que todos entendemos. Sabemos lo que es, y todos la distinguimos de otros tipos de relaciones humanas.

La amistad verdadera está hecha de un material especial, un tejido sólido y robusto, a la vez que suave y cálido, como aquel jersey de lana del que siempre nos acordaremos, por muchos años que pasen, que tan bien se ajustaba a nuestro cuerpo, con el que tan cómodos y protegidos nos sentíamos.

Hay muy pocas cosas en la vida de la que tengamos tan pocas dudas. Reconoces a un amigo o amiga como tal sin titubeos.

La amistad es una relación tan fuerte que casi se puede tocar, que casi se puede ver. En muchos casos sentimos su fuerza como algo físico, como algo que en lugar de pertenecer al reino de los sentimientos perteneciera al reino material.

Es en definitiva, junto a otras relaciones de afecto como las que se dan entre padres e hijos, la relación más estable que conozco, de la cual puedo estar más seguro, la cual doy por sentado. Por la cual merece la pena vivir.

Me siento afortunado por poder decir que tengo unos cuantos amigos, y aunque suene prepotente, siento mucha lástima de la gente que no ha tenido esa suerte o esa experiencia. ¿No os suena esto a lo mismo que piensa la gente religiosa cuando te dice que sienten lástima de ti porque no amas a Dios? Pues sí. Cada uno cree en lo que cree, y prodiga lo que quiere. Supongo que a esa gente religiosa Dios le ha dado lo que me han dado a mí mis amigos… o al menos ellos lo sienten así. Se que muchos de ellos también tienen buenos amigos. Esa suerte que tienen. Yo, de momento, me quedo sólo con los amigos, sin duda.

Pero, ¿de qué está hecha la amistad? Supongo que tiene infinitud de ingredientes que hacen de cada relación una amistad única, pero creo que se compone de ciertos ingredientes fundamentales: el amor, la complicidad, la confianza, la lealtad, la admiración y el respeto.

Dicho así suena aburrido, pero es que la mayoría de esos ingredientes esenciales se consiguen a base de experiencias en común, que incluyen malos y buenos momentos. La amistad lleva su tiempo. Necesita formarse con miles de risas, de locuras compartidas, de conversaciones, de abrazos, de gestos desinteresados, de gestos de servidumbre.

A veces, por circunstancias de la vida, una amistad entra en estado de letargo. Sencillamente, los caminos de las personas se separan. ¿Desaparece la amistad entonces? Yo creo que no. Suele retomarse con facilidad cuando los caminos se vuelven a cruzar.

Otras veces sí, otras veces la amistad se malogra. Es ley de vida. No hay nada seguro en esta vida. Hay que quedarse con lo que tuvimos, y aprender de nuestros errores.

A veces, como digo, pequeñas decisiones que tomamos nos alejan de una amistad, por provocar la desconfianza, la pérdida de complicidad, los celos, los reproches… Ay, los reproches, son sin duda los mayores destructores de amistades que conozco.

A veces uno de los dos amigos siente la amistad de manera diferente que el otro. Como en las relaciones de pareja, uno de ellos puede estar amando sinceramente, y el otro no. Cuando el primero detecta la traición (si es que se puede llamar así), suele vivir una catarsis. Lo inesperado, lo imposible, ha sucedido. Pero a veces, el sentimiento de amistad que lleva dentro puede ser tan fuerte, que puede seguir amando, incluso confiando, admirando y siendo fiel a la otra persona. Escuché una vez que lo más importante es amar, y no el ser amado. Bueno, no estoy seguro, pero podría ser cierto, al menos para algunos.

Un ejemplo de esta "amistad descompensada" se narra maravillosamente en la novela (y posterior película) "Cometas en el cielo", de Khaled Hosseini. Se me quedó grabada la conversación que mantienen los dos protagonistas, Amir y Hassan, siendo aun unos niños, cuando el primero desconfía del segundo. Hassan profesa una verdadera amistad por Amir, mientras éste basa su relación más en sus propios intereses.

- Amir: ¿Qué hacemos aquí? Estamos perdiendo el tiempo. Iba [la cometa] en dirección opuesta, ¿no lo has visto?

- Hassan: Ya vendrá.

- Amir: ¿Cómo lo sabes?

- Hassan: Lo sé.

- Amir: ¿Cómo puedes saberlo?

- Hassan: ¿Crees que yo te mentiría, Amir?

- Amir: No lo se. ¿Lo harías?

- Hassan: Antes comería tierra.

- Amir: ¿De verdad? ¿Lo harías?

- Hassan: ¿Hacer qué?

- Amir: Comer tierra si te lo pidiese.

- Hassan: Lo haría si me lo pidieses. Pero me pregunto si tú me pedirías que hiciese una cosa así, Amir.

- Amir (con una sonrisa forzada): No seas estúpido, Hassan. Sabes que no lo haría.

- Hassan (con una sonrisa sincera): Lo sé.

Cometas

Me parece curioso, cuando miro hacia atrás, ver cómo se han formado mis relaciones de amistad. Hay un momento en el que te das cuenta que esa persona que conociste hace tiempo, a la cual no conocías de nada, es tu amiga, sin lugar a dudas. ¿Cómo ocurre? ¿Cómo se logra ese milagro? Es una alquimia que me fascina.

Recuerdo la primera vez que vi a Ana. Estábamos los dos nerviosos. Y ella me tiró el café en los pantalones…

Así empezó todo.